El mito de la madre perpetúa el sistema patriarcal
Por Guadalupe Cruz Jaimes
México, DF, 9 may 11 (CIMAC).- El amor e instinto maternal son construcciones culturales que son aprendidas y reproducidas por las mujeres, señala Lorena Saletti Cuesta, investigadora de la Universidad de Granada, España, en su libro “Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad”.
Mientras la capacidad de parir es algo biológico, la necesidad de convertir la maternidad en un papel primordial para las mujeres es resultado del mandato social, refiere el análisis.
La investigadora indica, con base en diversos estudios feministas, que “la maternidad es un sentimiento variable que depende de la madre, de su historia y de la historia”.
La construcción cultural de la maternidad crea “un nuevo tipo de vínculo y un nuevo mito: la creencia de que toda mujer no sólo es madre en potencia, sino que es madre en deseo y necesidad. No existe el instinto maternal, la maternidad es una función que pueden o no desarrollar las mujeres”.
Al designar el ser madre como un hecho natural, “la ideología patriarcal sitúa a las mujeres dentro del ámbito de la reproducción biológica, negando su identidad fuera de la función materna”, explica Saletti.
Agrega que el hecho de que las mujeres son las que procrean es invariable, pero esta posibilidad biológica “se convierte en un mandato social a través de la afirmación del instinto materno universal en las mujeres”.
Así, el mito del instinto maternal, supuestamente natural e intrínseco, predestina a las mujeres a ser madres para que posteriormente se dediquen con prioridad al cuidado de sus hijas e hijos.
La consideración de la maternidad como natural e inevitable, dictamina que toda mujer debe querer y debe ser madre, y quienes biológicamente no puedan serlo o se nieguen a ejercer esta función “son desviadas o deficientes como mujeres”.
Culturalmente, a las mujeres no sólo se les exige ser madres, ellas deben hacerlo con el “amor incondicional” que la sociedad demanda, si no demuestran ese afecto son calificadas de “malas madres”.
Para la teórica feminista Simone De Beauvoir, cita Saletti, el lugar que ocupan las madres en la sociedad es un lugar de subordinación y de exclusión de la categoría sujeto social.
Los ámbitos público y privado colaboran por igual en mantener el sistema social, pero no gozan del mismo prestigio dentro del mismo, ya que la procreación y crianza de los niños y niñas no es reconocida como un trabajo productivo para la sociedad, sostiene.
La mitificación de la maternidad sirve para ocultar la poca importancia real que la sociedad otorga a este laborioso, complejo y determinante trabajo. Como ser madre es algo “natural” tampoco se reconoce el alto costo personal que la maternidad supone para las mujeres, señala Marta Lamas en su artículo “Madrecita Santa”, contenido en el libro Mitos mexicanos.
El desmoronamiento del mito de la madrecita santa debería llevar, pues, a una redefinición de una nueva forma gozosa, compartida y responsable de tener y criar hijos. Dejar de considerar la maternidad como sinónimo de y empezar a considerarla como un hecho amoroso que requiere, para poder ejercerlo a plenitud, de un paso previo: el amor de la mujer a sí misma, concluye la experta.
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