En 1968 comenzará la tercera ola del feminismo, llamado
Feminismo contemporáneo que se caracterizará por los derechos civiles, los
derechos de reproducción, la paridad política y el papel de las mujeres en la
era de la globalización. Las obras de cabecera de este período serán “Política
Sexual” de Kate Millet y “Dialéctica del Sexo” de Sulamith Firestone.
Es en los años sesenta cuando comienza el feminismo
denominado radical que se centra en su análisis de las relaciones entre mujeres
y hombres, dentro del nicho político que fue la izquierda contracultural
sesentaiochista. Así mismo, surgieron movimientos como el movimiento negro
(Black Power) que teoriza acerca de las políticas de identidad en EUA, o bien
el movimiento descolonización en Europa. Fue una época dónde feministas como Jo
Freeman y Shulamith Firestone pidieron el aborto y la libertad de información
anticonceptiva como formas de control de sus propios cuerpos por parte de las
mujeres.
El feminismo radical entiende que las relaciones
mujer-hombre son relaciones políticas a partir de la raíz. Se diferencia del
feminismo llamado liberal-reformista en que éste pide la integración al mundo
del trabajo remunerado dentro del sistema capitalista. Al mismo tiempo, el
feminismo radical se convierte en un movimiento separado de la izquierda porque
no ve en ella un reconocimiento absoluto a sus reivindicaciones y dónde sigue
existiendo un poder masculino.
El concepto “poder” se concibe dentro del movimiento
feminista radical como existente no sólo en relaciones macro (como las que se
tienen con el Estado y con la clase dominante) sino que también en las
relaciones de pareja. El concepto patriarcado será concebido en términos de
cómo se estructuran las relaciones de poder. Por otro lado, el concepto de
“género” que distingue entre los aspectos socio-culturales construidos de los
biológicos (sexo).
El feminismo radical considera la sexualidad como
construcción política, se construye toda una crítica entorno a la sexualidad
dando paso al feminismo lesbiano. Algunas autoras como Monique Wittig afirmará
que las lesbianas no son mujeres porque el concepto “mujer” es una categoría existente
en razón al hombre, por tanto, son construcciones políticas. Mujer y hombre son
dos clases antagónicas y la normatividad de la heterosexualidad es una norma
que se sostiene para dividir en clases sexuales. Las lesbianas no son mujeres
porque rompen esa norma y su condición abre vía para la liberación del resto de
las mujeres.
Así mismo, las feministas radicales trabajaron el tema de
las violencias. Por ejemplo, se estudió la violación como parte de la política
patriarcal, como control sobre las mujeres.
Millet en su obra “Sexual Politics” realiza un estudio sobre
las vinculaciones entre la diferencia sexual y las relaciones de poder. Para
Millet el sexo tiene un cariz político que generalmente pasa
desapercibido".
Millet emplea el término política para referirse a las
relaciones que se establecen desde el poder con la finalidad de que el grupo
dirigente mantenga el control sobre quienes domina. De ahí deriva la
legitimidad para hablar de “política sexual”. Según Millet, el carácter patriarcal
de la sociedad hace que las costumbres sexuales envuelvan relaciones de dominio
y, por tanto, estén impregnadas de política.
Millet define el sexo es una categoría social marcada por la
dominación con una construcción cultural tan marcada como que las personas
actúan en función de ese sexo y de esa política sexual.
El género expresa la construcción social de la feminidad y
la casta sexual alude a la común experiencia de opresión vivida por todas las
mujeres. Las radicales identificaron como centros de la dominación patriarcal
esferas de la vida que hasta entonces se consideraban "privadas". A
ellas corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría política al
analizar las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad; lo
sintetizaron en un slogan: lo personal es político. Lo que ocurra en el orden
de lo privado, en este caso, circunscrito a la familia, tiene consecuencias en
el orden de lo social.
Para Millet en el ámbito privado- que tradicionalmente se
consideraba ajeno a la política- se desarrollan las relaciones de poder que
están en la base del resto de las estructuras de dominación.
Según Millet parte de la estructura de la familia patriarcal
comprende el control de la vida sexual de la infancia y más allá, el control
total de la infancia la cual tienen prácticamente derechos garantizados por la
ley en nuestra sociedad y además, no tienen dinero, lo cual, en una economía de
dinero, es una de las principales fuentes de su opresión. Millet afirma además
que el problema es que existe una situación de explotación entre las personas
adultas y la infancia de la misma forma que existe entre los hombres y las
mujeres, las relaciones intergeneracionales tienen lugar en una situación de
desigualdad.
Para Kate Millet el patriarcado es un sistema de dominación
sexual. Es considerado como el sistema básico de dominación sobre el que se
levanta otro tipo de dominaciones, como son la de clase y raza. Afirma que el
patriarcado es el fundamento de la dominación de las mujeres por los hombres.
Asimismo, afirma que no solamente es de nuestra sociedad, sino de todas las
civilizaciones que se han sucedido a lo largo de la historia. El patriarcado
tiene una enorme capacidad para adaptarse a cualquier sistema económico,
político y cultural. El patriarcado para permanecer durante tanto tiempo se ha
apoyado en el hecho de que todos los varones y no sólo una élite, reciben
beneficios económicos, sexuales y psicológicos del sistema patriarcal, pero en
general acentuaban la dimensión psicológica de la opresión. Además Millet
afirma que el patriarcado, en su sentido radical, subordina de igual forma al
varón joven bajo la jerarquía del varón adulto.
El patriarcado para permanecer durante tanto tiempo se ha
apoyado en el hecho de que todos los varones y no sólo una élite, reciben
beneficios económicos, sexuales y psicológicos del sistema patriarcal, pero en
general acentuaban la dimensión psicológica de la opresión. Además Millet
afirma que el patriarcado, en su sentido radical, subordina de igual forma al
varón joven bajo la jerarquía del varón adulto. Es decir, lo que define al
final al patriarcado es la separación y diferenciación de jerarquías.
Hay una tendencia general hacia todo tipo de autoritarismo:
el patriarcado, claro, el militarismo. Y es que según Millet el patriarcado se
asienta sobre la ideología pero también sobre el sexo.
Además Millet demuestra cómo la identidad (temperamento y
rol) femenina o masculina no están determinadas biológicamente, sino que son
una construcción cultural que se aprende. Aquí la ideología que sostiene el
"status" superior del hombre sobre la mujer, se basa en la
construcción de un "temperamento" distinto para cada sexo, modelado
de acuerdo a diversos estereotipos (masculinos y femeninos), y sobre un
"papel sexual" o código de conducta que la sociedad asigna a cada
uno. Es decir, el temperamento, el papel social y la posición se asientan sobre
una base esencialmente cultural y no biológica. Millet afirma categóricamente
que tanto la endocrinología y la genética no han conseguido hasta la fecha
descubrir una disparidad mental o emocional entre ambos sexos. No sólo se
carece de pruebas suficientes sobre del origen físico de las distinciones
sociales que establece actualmente el patriarcado (posición, papel y
temperamento), sino que resulta casi imposible valorar las desigualdades
existentes por hallarse saturadas de factores culturales.
Para Millet el descubrimiento que alteró las sociedades
arcaicas fue la paternidad, ya que una vez realizado el descubrimiento invalidó
toda participación femenina en la creación de vida, estableciendo a la mujer
cómo mera maceta portadora de vida.
Otra de las feministas radicales fue Germaine Greer. Para
esta autora los roles sexuales son también creaciones sociales. Ataca las
teorías de Freud que hablan de biologicismo y mujer. Freud considera, por
ejemplo que el masoquismo femenino tiene un fundamento biológico. Para Greer la
maternidad no era el fin de la mujer y que ésta ha de salir al ámbito público.
También denunció la represión sexual femenina que algunas feministas liberales
consideraban terreno peligroso para las mujeres. Greer sostiene la necesidad de
hacer de la sexualidad como práctica revolucionaria.
Posteriormente, en su obra Sexo y Destino, se centrará en el
tema del control natal. Además analiza la condición de mujeres e infancia en el
denominado “Tercer Mundo”. Habla de la infancia explotada, el infanticidio y la
mortalidad que afecta de forma preferente a las niñas porque es otra forma de
control de natalidad (discriminación en alimentación y salud-cuidados).
Greer acusa al feminismo clásico de no entender la
diversidad cultural y practicar un internacionalismo poco útil. Las políticas
de control de natalidad son hiperpatriarcales: las mujeres del llamado Tercer
Mundo desean tener hijos/as ya que ello las hace valiosas dentro de su cultural
y Occidente decide que no tengan. Geer acusa a Occidente de cometer un
genocidio.
Acabará viendo a la mujer liberada sexualmente como aquella
que asume la maternidad, rechazando el imperativo social occidental de
reemplazar hijas por orgasmos.
Como conclusión, Alicia H. Pueyo recuerda que después de la
aparición del feminismo radical se tomaron diferentes rumbos por parte de las
militantes de este movimiento: unas se acercarán al feminismo liberal que
proponía reformas concretas mientras que otras se encaminaron al ecofeminismo.
Así mismo se comenzaron a tejer redes de lucha contra la violencia sexual, etc.
Se comenzaron a introducir las ideas del feminismo socialista libre de
influencia marxista, el cual defiende la capacidad de adaptación del patriarcado
a los diferentes sistemas de organización social existentes (tesis de Heidi
Hartmann). Es decir, y explicándolo con un ejemplo práctico, para Hartmann el
hecho de que las mujeres estén dentro del trabajo remunerado en los escalafones
inferiores no es un hecho que venga dado por el capitalismo, sino que con otro
sistema opresor que es el patriarcado. El patriarcado ya existía con
anterioridad al capitalismo pero que el capitalismo ha sabido rentabilizar para
sus intereses.
P.-S.
Bibliografía:
Valcárcel, Amelia La Política de las mujeres Ed. Cátedra
Col. Feminismos, 2004
Arruzza, Cinzia Las sin parte: matrimonios y divorcios entre
feminismo y marxismo Ed. Izquierda Anticapitalista.
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